Presentación del poeta Felipe Juaristi

El propio título nos trae al recuerdo un disco del cantante Imanol: Iratze okre geldiak (Inmóviles y ocres helechos). En ambos percibimos la dulce alabanza de la naturaleza. En las palabras de Imanol, hombre de espíritu melancólico, subyace un claro tono otoñal. En los poemas de Maixa perdura esa misma tonalidad que traspasa la hojarasca. La hoja que contemplamos no es sólo la que yace en la tierra. La mayoría suelen pender de las ramas de los árboles, a merced del viento y la lluvia, al menos en primavera; perduran, incluso, durante las demás estaciones. Pero el tiempo se muestra despiadado, y las hojas, tan frágiles y efímeras… La hoja caída nos indica que el tiempo es pasado; la que permanece en el árbol que el tiempo se encuentra ahí mismo, inasible y, al mismo tiempo, inconmensurable, eterno.

En el mundo hay muchas realidades que no podemos gobernar. El deseo, una de ellas. Cernuda escribió que el deseo es un árbol sin hojas, una tierra sin cielo; un espacio sin límites, añadiría yo. El poeta quería expresar que el deseo nos impele a la búsqueda de lo ausente, sin descanso posible, tal como cantaba Lete. Del mismo modo que la literatura, o la poesía, en este caso. Sin embargo, la ausencia ha solido adoptar distintas formas. Puede manifestarse como sueño o pesadilla; ser fantasma incorpóreo; o una entidad sin espíritu, como Drácula; ser recuerdo u olvido. La ausencia siempre conlleva oquedad y deja siempre vacío.

Se escribe, escribimos, para expresar ese vacío.

Y, sin embargo, no siempre se logra llenar ese vacío con palabras. El vacío puede ser, a veces, monumento, estela, fuente de conocimiento y expresión de lo que fuimos, del rastro que han dejado aquellos que han vivido junto a nosotros.

Isak Dinesen (Karen Blixen) escribió un hermoso libro titulado Out of Africa. Es memorable su comienzo, gracias, sobre todo a la película: Yo tenía una granja en África…

Desconozco la razón por la que esa película ha acudido a mi memoria, al leer estas palabras de Maixa:

Vaciando el bolsillo,
he alejado el temblor del ruido.

El libro se estructura en tres partes: la primera de ellas se titula “Silencio”; la segunda, “Palabra”; la tercera, “Ruido”. Cada una de ellas conlleva las distintas acepciones propias de cada término. El silencio es para algunos, un concepto negativo, pero para los que amamos la poesía, se trata de una realidad imprescindible para que la misma poesía, o la palabra, sean comprensibles. La palabra es un concepto positivo para muchos, pero la palabra puede ser instrumento para decir la verdad o para proclamar la mentira. Lo sabemos. El ruido es la enfermedad del mundo para la mayoría de nosotros, pero, sin su presencia, difícilmente conoceríamos el valor del silencio.

No se trata de tres conceptos contrapuestos, sino complementarios.

 

Y, sin embargo, dependiendo del punto de vista, cada uno de ellos presenta un reverso:

 

Es la verdad, el envés de la mentira.
El odio, el del amor.

 

El olvido, el del recuerdo.

 

“Calumnia” es el título de uno de los poemas.

 

Es la noche, la cara oculta del día.

 

La sombra, la de la luz.

 

La ceguera, la de la vista.

 

Y, sin embargo, el reverso de la ausencia no es la presencia. La ausencia es un modo de presencia, sea en la poesía o, muchas veces, en la vida.

 

Me nombraste el mundo,

me llevaste de la mano

por sendas escarpadas

y me afilaste el lápiz rojo del carpintero

para que mi caligrafía no fuera filigrana,

sino la de manos agrietadas,

de agua.

 

Al fin y al cabo, la poesía sortea el vacío, impidiendo caer en él. La poesía que desciende al abismo es algo distinto; nunca, poesía.

Traducción: Maixa Zugasti